La Farola y el Cidí

Sobre el jardín que da pie a la entrada del bloque donde pasé mis últimos años en el barrio, emerge una farola. Durante cuatro años, cada día, tuve un momento (mínimo) de reflexión sobre ella y sobre la persona que la había colocado y “vestido” de esa manera tan peculiar. Es una farola customizada, con teselas gaudinianas insertadas en el tronco y con toda su supercie envuelta de una especie de armazón de yeso que da la impresión que toda ella estaba en pleno proceso de derretimiento. Según me dijeron los vecinos del bloque se las tuvieron seriamente con el contratista de la obra, aunque el engendro ha quedado allí establecido, espero, para siempre. Mucho antes de la aparición del obelisco luninario, yo toqué la guitarra, actué y produje unas canciones al creador. Su generosidad (solo me lo puedo explicar así) hizo que pusiera en manos de un pardillo inexperto un montón de temas, que lógicamente a mi me parecían la hostia. 

La última vez que cruzamos unas palabras fue poco antes de mi partida a la gran ciudad. Yo bajaba de un escenario que estaba instalado en el barrió donde él vivía. Acababa de hacer mi enésima sustitución (en esa época solo me llamaban para cubrir bajas). Él me esperaba abajo y me dijo “ Ese Míguel (nótese el acento en la i)… tu guitarra suena a culo”. A mi solo se me ocurrió ir a la barra a por cervezas y compartir un porro con él. Era tan consciente de su afirmación que durante años tuve secuestrado su amplificador (un Roland Jazz Chorus 77) y su guitarra (una strato customizada…también) para ver si se me pegaba algo. No lo logré, pero entendí que el sonido es algo que va más allá de los aparatos y los instrumentos. Él siempre tuvo el suyo. 

Entre la aparición de la dichosa farola y la grabación de su disco pasaron casi 20 años. En medio de estas dos anécdotas, pasaron muchas otras, pero yo me quedo con la que alguien le rebautizó como el “Legía” (aunque creo que a él siempre le gustó más “Lejía”) Nos ibamos de bolo varios días juntos a Madrid y no sabíamos donde, ni en que condiciones dormiríamos. La noche antes quedamos para tomar unas cervezas o ensayar (no me acuerdo) y decidirmos llevar sacos de dormir en la furgoneta, por si las moscas. Cuando le pasamos a buscar, se encontraba en la rotonda donde solíamos quedar, con su guitarra y una manta a rayas sobre su hombro. Delante justo de esa rotonda se encontraba el bloque donde años despues plantaría su farola. Siempre me dió la sensación que al subir a la furgoneta ya pensaba en ella, aunque por las aceras de Malasaña se empeñó en cantarnos el “Get up a “



DEP Berni